Había una vez un hombre conocido como el Hombre Croissant.
En apariencia, a través del cristal del espejo, se veía como cualquier otro ser humano.
Sin embargo, su verdadera esencia era la de un croissant, destinado a ser consumido rápidamente, disfrutado por un breve instante y olvidado junto a una taza de café.
Cada mañana, el Hombre Croissant se levantaba y admiraba su reflejo humano, un recordatorio efímero de lo que nunca sería completamente.
Su destino era ser devorado por las demandas de aquellos que solo lo veían como un breve placer matutino.
A diferencia de las cosas de palacio que van despacio, su existencia era fugaz y voraz.
Cada interacción era un mordisco, cada mirada era una migaja de su ser.
Las personas se apresuraban a consumirlo, sin apreciar la complejidad detrás de su apariencia dorada y crujiente...
En medio de la rapidez de la vida, el espejo que siempre le mostraba su reflejo humano se rompió .
Al principio, lloró mucho, sintiendo que había perdido parte de si mismo.
Pero sus lágrimas se detuvieron cuando oyó los gritos de una anciana pidiendo ayuda.
Al principio, lloró mucho, sintiendo que había perdido parte de si mismo.
Pero sus lágrimas se detuvieron cuando oyó los gritos de una anciana pidiendo ayuda.
Corrió hacia ella y la encontró caída en el suelo, agotada por la carga pesada de sus compras.
Sin dudarlo, la ayudó a levantarse y la acompañó a su casa, llevándole las bolsas.
Mientras la acompañaba, la anciana le advirtirtió sobre la superficialidad, y le dijo al oído:
-"Recuerda, vida hay una , yyy hienas vacías siempre estarán al acecho para desgarrar tus carnes y espíritu, como un croissant carbonizado en un horno, olvidado por el cocinero... "
Al oír estas palabras, el Hombre Croissant sintió un sudor frío recorriendo todo su cuerpo, como si cayera en un abismo.
Sin dudarlo, la ayudó a levantarse y la acompañó a su casa, llevándole las bolsas.
Mientras la acompañaba, la anciana le advirtirtió sobre la superficialidad, y le dijo al oído:
-"Recuerda, vida hay una , yyy hienas vacías siempre estarán al acecho para desgarrar tus carnes y espíritu, como un croissant carbonizado en un horno, olvidado por el cocinero... "
Al oír estas palabras, el Hombre Croissant sintió un sudor frío recorriendo todo su cuerpo, como si cayera en un abismo.
Rápidamente comprendió la advertencia de la anciana...
Finalmente, el Hombre Croissant encontró un nuevo significado en su existencia.
Decidió que su fuerza y su propósito serían utilizados para enriquecer la vida de otros, evitando ser consumido por la banalidad y la vacuidad, mostrando que su gran volumen de masa magra podía tener un propósito más noble.
Finalmente, el Hombre Croissant encontró un nuevo significado en su existencia.
Decidió que su fuerza y su propósito serían utilizados para enriquecer la vida de otros, evitando ser consumido por la banalidad y la vacuidad, mostrando que su gran volumen de masa magra podía tener un propósito más noble.
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