En un reino, un tirano obligaba a su pueblo a pegar capas de papel en las paredes, ocultando la verdad tras apariencias falsas.
Tenían que hacerlo de manera rápida, sin poder descansar, hasta que se volvió una tarea automatizada.
Los gráficos de esos papeles eran incoherentes, cada diseño chocaba con el anterior, creando un caos visual que reflejaba la confusión interna de la gente.
Con el tiempo, las paredes se volvieron tan pesadas que las casas empezaron a derrumbarse.
El derrumbe unió a la gente, que se encontraba finalmente libre de las falsas apariencias.
El derrumbe unió a la gente, que se encontraba finalmente libre de las falsas apariencias.
Emplearon sus fuerzas, cantando juntos al son de "nunca es tarde si la dicha es buena," para reconstruir sus hogares.
Esta vez, lo hicieron con verdad y autenticidad, como un árbol glorioso con raíces fuertes.
Cada esfuerzo fue una raíz que profundizaba, asegurando que cada piedra colocada reforzara el valor de su hogar.
Cada esfuerzo fue una raíz que profundizaba, asegurando que cada piedra colocada reforzara el valor de su hogar.
Al igual que las ramas de un árbol, se extendieron con sabiduría y fortaleza, creando un hogar firme y lleno de vida.
El tirano perdió su poder, y el pueblo floreció, fuerte y unido.
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