En un valle profundo y oscuro, existía una antigua caverna donde habitaban personas que llevaban una vida de excesos y placeres desenfrenados. El interior de la caverna estaba iluminado por luces parpadeantes y colores brillantes. Estas personas vivían cada día en busca de nuevas emociones y placeres, sin pensar en las consecuencias de sus actos.
Un día, un joven llamado Elías notó algo extraño: un leve pero constante olor a humo. Decidido a descubrir su origen, siguió el rastro hasta el fondo más oscuro de la caverna. Allí, ante sus ojos, vio un resplandor anaranjado y chispeante. Era un fuego, pequeño pero creciente, que amenazaba con devorar todo a su paso.
Elías corrió hacia el centro de la caverna donde los demás estaban ocupados en sus fiestas y celebraciones, ajenos al peligro inminente. Intentó alertarles, pero sus advertencias fueron recibidas con incredulidad y desdén.
"¿Fuego? ¡Bah! Eres demasiado joven para entenderlo, Elías. Aquí siempre ha habido humo y nunca nos ha causado problemas", le dijeron.
Desesperado, Elías trató de convencer a su amigo Lucas, quien era conocido por su sabiduría. Sin embargo, Lucas, al igual que los demás, no veía la amenaza del fuego. "Elías, la caverna siempre ha sido así. No hay nada de qué preocuparse. Deja de imaginar peligros", respondió Lucas con una sonrisa condescendiente.
El tiempo pasaba y el fuego crecía. Elías, sin rendirse, decidió tomar una antorcha y guiar a quien quisiera seguirlo hacia la salida de la caverna.
Gritó a todos: "¡Por favor, oigan! Hay un camino fuera de la caverna, leeejos del fuego."
Pocos le hicieron caso. La mayoría prefirió quedarse en su zona de confort, disfrutando de los placeres efímeros y negándose a aceptar la realidad del fuego. Creían que el interior de la caverna siempre les protegería, como lo había hecho por generaciones.
Elías, junto con unos pocos valientes, logró salir de la caverna y ver la luz del día. Desde fuera, observaron con horror cómo las llamas devoraban la caverna que una vez fue su hogar. Solo entonces, los que permanecieron dentro, cegados por la costumbre y la negación, entendieron la gravedad de su error. Pero para muchos, ya era demasiado tarde.
por: RaquelFlorescribe_27/12/2024


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